Tengo un oso, una piedra, un corazón y una flor. Pero creo
que nada es de verdad. Lo fueron en su momento, claro, eso no lo dudo, pero
creo que con el paso del tiempo han ido perdiendo valor. Las circunstancias han
hecho que poco a poco se hayan ido corrompiendo hasta quedar nada más que la
carcasa de lo que en su día fueron.
El oso fue indispensable en los primeros momentos. Hablaba
con él, me reía con él, nos pasábamos las noches tirados en la cama ... me hizo
bastante compañía y me dio apoyo y valor justo cuando lo necesitaba. He
intentado mantenerlo a mi lado, pero creo que me quería sólo para él y en este
momento no quiero algo tan egoísta a mi lado.
La piedra ... no tiene mucha cabeza, lo reconozco ...y no sé
hasta qué punto puede sentir algo. Es bonita, sí, pero creo que en el fondo, lo
que ha vivido y ha visto ha hecho que a día de hoy esté vacía. La encontré en el camino y sin
saber muy por qué seguí tropezándome con ella unas cuantas veces más.
Un pin, una camiseta, una tarta y un corazón. Eso es una
historia de amor fugaz y lo demás son tonterías. Sólo espero que lo que se ató
con un trozo de hilo tarde mucho en desatarse.
Y lo último en llegar.... bueno, por hermosa que sea una
planta su atractivo es sólo temporal, pasajero.
Una flor cortada es una flor
muerta. Belleza con fecha de caducidad próxima. La pasión siempre es efímera,
el amor hay que cuidarlo para que dure. No quiero cultivar, no me apetece abonar,
ni mucho menos anhelo obtener frutos de algo que sé será momentáneo. No necesito plantas a las que cuidar, no quiero
flores delicadas a las que prestar atención. Estoy completa como soy, no
requiero ningún cuidado. No exijo nada porque no carezco de nada, así pues
tampoco quiero que nadie me pode ni vele por mí. Prefiero ser un rosal salvaje con
espinas que de vez en cuando florece, sin previo aviso, en mitad de la nada,
pero cuyas flores desprenden tal perfume que sé que el insecto indicado no
podrá resistir acercarse y aventurarse a conocer qué es eso que soy.
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