Blue Jasmine, de Woody Allen
Después
de su gira europea, el director vuelve a casa para contar una
historia íntima, aunque su protagonista sea un personaje más de la
alta burguesía que puebla la filmografía del cineasta. En clara
relación con el presente, la cinta refleja cómo la crisis afecta a
Jasmine (Cate Blanchett) una mujer que pasa de tenerlo todo (material
y superficialmente hablando) a no tener nada; salvo su única hermana
Ginger (Sally Hawkins), adoptada como ella, a la que ha menospreciado
toda su vida por considerarla mediocre e inferior y a la cual tiene
que recurrir, mal que le pese.
La
pantalla está poblada de un universo de personajes donde cada uno
intenta buscar su lugar en el mundo, en este momento de incertidumbre
y desarraigo colectivo. No obstante, todo el peso dramático recae en
Cate Blanchett, quien realiza un convincente retraro de un personaje
con el que es fácil indentificarse ya que todos estamos inmersos en
una crisis de valores que va mucho más allá de la simple economía.
Respecto a a los últimos trabajos de Allen, éste resulta
particularmente sincero al mostrar de manera tan honesta, siendo fiel
a su estilo, cómo cada uno es responsable de su situación actual.
Cómo nuestra actitud frente a la vida (actuar o mirar para otro lado
y hacerse el tonto para no ver lo que sucede en nuestras narices) y
las decisiones que tomamos, resulta más fácil optar por el camino
que promete llevarte a una vida cómoda y opulenta (gracias a un
marido encarnado por Alec Baldwin montado en el dólar gracias a las
especulaciones inmobiliarias) que luchar por salir adelante cuando
parece que todo te viene en contra, nos definen como personas.
La
articulación del relato entre el presente real (donde la hermana
intenta rehacer su vida y salir adelante con dos hijos a su cargo,
mientras que Jasmine destrozada lucha entre reinventarse sola o
aparentar ser algo que no se es para volver a llevar una vida
acomodada con alguien a su lado) y el pasado onírico (en forma de
ensoñaciones alucinatorias provocadas por los antidepresivos y el
alcohol complementan la caída en desgracia de Jasmine), así como
las confrontaciones entre Jasmine y Ginger, son la clave de un buen
guión (ultimamente el cine de Allen adolecía tanto de ello como de
una actuación tan sobrecogedora como la que esta cinta contiene) que
se cimenta en unos diálogos sobresalientes.
Sólo
cabe esperar que los siguientes films del director continuén
explorando esa búsqueda madura hacia la felicidad, a la vez que
ponen un espejo delante del espectador para enseñarle que lo que ve
puede ser un reflejo de parte de su vida.
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